viernes, 6 de noviembre de 2009

El Baile

Cuando la música entona sus notas magistrales
 mis ansarinos pies no lo pueden evitar,
se deslizan zinc zigzagueantes por doquier.

En un suave vaivén llevada por la brisa
 del costeño miraflorino mar,
que sucumbidos caen a los ecos originales
 de sus mas florida tiernas voz.

Con palabras que enloquecen a los mas dulces
 acordes arrancados sin parar,
sin poderlos contener al son del colorido mar.

Cuando la música suena como fiel testigo de la amistad,
las palmeras murmuran
a comedidas a los movimientos sin voltear.

Las melodías corren sus apuestas
de quien lleva el ritmo al compás,
que con nuevos amores resplandecen
en su pista de baile al rosar.

Corren nuevos jolgorios que enriquecen vidas
apagadas por la soledad.
Cuando la música suena mis ojos no dejan de mirar.

Y extasiada de emoción por quien sacara a quien,
complacida en mi asiento de espectadora
con destreza de alborotar,
al mas tierno encantador bailarín
celebrando sus nuevos pasos saltarines al danzar.

Cuando la música suena como el ruiseñor,
atavió mi alma con trajes de azul marino,
como encantadora amante de lo acuático,

Me deslizo en el vaiven del tiempo
donde se olvidan los minutos,
enfrascada en el misterio del compás.

Cuando la música suena me transformo,
introduciéndome en lo bello, en lo natural,
en lo infinito, en el tiempo del génesis.

Y donde todo brilla al rededor,
lo feo se transforma en un arrullador picaflor,
que enaltece la vida, que da aliento al cansado por fingir.

Cuando la música suena las palabras sobran,
el idioma es universal,
los ojos arrogantes se quiebran,
el amor habla sin verborrea
e inspirando al máximo el coeficiente intelectual.


Adalid